Año Nuevo con fuego y estruendos

Esta costumbre se extendió de Europa a diversos lugares del mundo. El reloj marca los últimos segundos del Año Viejo y, de repente, en la última campanada de la medianoche, las multitudes expectantes prorrumpen en gritos; así, chiflidos, bocinazos de automóviles, silbidos de la sirena de alguna fábrica y tronar de cohetes desgarran el silencio de la noche produciendo una alegre barahúnda para dar bienvenida al nuevo período. La expresión «que el ruido se lleve lo viejo y traiga lo nuevo» parece explicar la superstición propia de las celebraciones de Año Nuevo en los tiempos paganos. Durante siglos, en las tierras altas de Escocia, los habitantes, armados con palos y látigos, rodeaban sus casas en la noche de Año Nuevo. Cuando llegaba la medianoche azotaban las paredes con garrotes cantando y gritando tan alto como podían. Con este rito intentaban ahuyentar a los demonios y espíritus del año que se iba. En la época moderna se ha hecho costumbre en España y en muchos países de Latinoamérica a acompañar la llegada del año, luego de los estruendos, con la quema de muñecos gigantes. Estos generalmente son preparados por la comunidad que va a dar rienda suelta a la fogata, y suelen representar personajes por todos conocidos o simplemente muñecos anónimos. Este ritual -la supersticiosa limpieza del aire destinada a dar al Año Nuevo la oportunidad de traer la buena fortuna- ha permanecido, aunque en la actualidad pocas personas saben por qué se celebra tan ruidosamente esta fecha.

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